Los Diez MandamientosMuestra

LA OCTAVA LEY DE DIOS

¿Qué edad tienen los niños cuando descubren cómo evadir la responsabilidad mintiendo?, ¿Cinco?, ¿Cuatro?, ¿Tres?, Jesús les dijo una vez a los fariseos que cuando el diablo miente, está hablando en su lengua materna, porque es mentiroso y padre de la mentira. El pecado con el que todos nacemos nos da esa misma fluidez en el idioma nativo de los mentirosos.

Decir la verdad es un comportamiento aprendido. Es un trabajo duro, porque mentir puede ser una forma rápida y fácil de echar la culpa, encubrir delitos y hacer quedar mal a otras personas. Mentir es malo en sí mismo, pero es especialmente malo cuando las mentiras se usan para dañar la reputación de otra persona. Dios pensó que mentir era tan peligroso que lo incorporó a sus DIEZ leyes: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20:16).

Por este y cada pecado, nosotros los pecadores mentirosos necesitamos un Salvador, uno que dijo la verdad por todos nosotros y cargó con el castigo por las mentiras de todos nosotros. Unidos a él ahora en la fe, parte de su santo cuerpo, llamados y capacitados para una nueva vida, empecemos de nuevo, y todo comienza ahora: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:9-10).

Incluso cuando la verdad es dura, los creyentes pueden manejar la verdad.