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Cuando la vida duele

DÍA 1 DE 6

No es (siempre) tu culpa

Algunas veces nuestro sufrimiento es autoinfligido. Como nos advierte con frecuencia el libro de Proverbios, los chismosos pierden amigos, los exaltados aumentan el drama y los adúlteros se queman en el fuego de sus propias pasiones.

Sin embargo, algunas veces el sufrimiento no es culpa nuestra. Mientras al diablo le encantaría que asumiéramos que Dios debe estar castigándonos por nuestros pecados pasados, ese no es siempre el caso. La muerte de un ser querido no fue el pago de Dios por esos años que no priorizaste tu fe. Tu infertilidad no es un juicio de Dios por tu comportamiento sexual prematrimonial. Y el cáncer es solo cáncer, no la manera en que Dios iguala el marcador por lo que hiciste el verano pasado.

¿Cómo sé esto? Por Job. Job sufrió un dolor inexplicable (la muerte de sus hijos, complicaciones de salud graves, etc.), aún así el primer versículo del libro nos dice: “En el país de Uz vivía un hombre llamado Job. Era un hombre recto, que amaba y honraba a Dios y no hacía ningún mal a nadie”. (Job 1:1). Solo en caso de que pensaras que el autor estaba exagerando su carácter, Dios dijo las mismas cosas acerca de Job tanto en el capítulo 1 como en el capítulo 2—Recto, justo, temeroso de Dios, no hacía mal alguno. ¿El punto? El dolor inminente de Job no era una venganza de Dios.

No pretendo saber por qué sufres de la forma en que lo haces. Pero quiero liberarte de la falsa creencia de que todo sufrimiento está conectado con el pecado personal. A veces el mundo es incierto. En ocasiones Dios usa el dolor que tú no causaste para un propósito superior. No siempre es tu culpa. Eso fue cierto para Job y esto es verdad para ti.

Escrituras

Día 2