Cuando la vida dueleMuestra

Al igual que Job

Momentos antes de la tragedia, la familia de Tia Coleman era solo un grupo de turistas sonriendo para una foto antes del recorrido. Poco después, ellos abordarían el bote que se hundiría, terminando con 17 vidas, incluyendo 9 miembros de la familia de Tia. Ella sobrevivió pero su esposo no, ni sus hijos de 9, 7 y 1 año de edad. El relámpago del sufrimiento golpeó repentinamente, dejando a Tia con una vida que nunca planeó vivir.

Siempre había sido una mujer que asistía a la iglesia, levantando sus manos en el precioso nombre de Jesús. Pero, ¿qué debería hacer ahora? ¿Cómo se sentaría en la primera fila en el funeral? ¿Cómo reaccionaría al nombre del Dios que tuvo suficiente poder para crear el universo pero no para elegir calmar la tormenta que mató a su familia?

La respuesta: Lo adoró. Rodeada por su pastor, sus amigos y su familia de la iglesia, Tia frecuentemente se puso en pie para alabar a Dios durante las 3 horas del servicio. Cerró sus ojos para orar. Levantó sus brazos para adorar. No sabía por qué había pasado esto pero sabía quién era digno de adoración. Al igual que Job, ella confesó su fe, “«Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré al sepulcro. El Señor me dio, y el Señor me quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!»” (Job 1:21).

Tarde o temprano en la vida, sentiremos los bordes más afilados de este mundo caído. Cuando esto suceda, oro porque nuestra fe imite a Tia, una mujer que imitó a Job. ¡Alabado sea el nombre del Señor!