Te necesito, SeñorMuestra

Estoy abrumado

Es una gran sensación estar al tanto de todas tus responsabilidades y trabajos. Es una miseria sentirse abrumado.

Tal vez prometiste demasiado, y ahora la gente está exigiendo un trabajo que solo está parcialmente completo. Tal vez las personas con las que contabas renunciaron a ti. Tal vez tuviste algunos reveses personales desagradables: una enfermedad grave, inversiones que fracasaron, una crisis familiar o el despido de un sostén de la familia. Tal vez mordiste mucho más de lo que podrías masticar y te sientes bastante inadecuado. La sensación es como cuando estás de puntillas en aguas profundas y tienes miedo de que el nivel del agua pronto llegue a tu nariz. Comienza el pánico.

David era un luchador duro, líder militar y hábil organizador. Pero también tuvo sus momentos de terror: "Yo puse mi esperanza en el Señor, y él inclinó su oído y escuchó mi clamor; me sacó del hoyo de la desesperación, me rescató del cieno pantanoso, y plantó mis pies sobre una roca; ¡me hizo caminar con paso firme!" (Salmo 40:1-2). De hecho, la razón por la que el Señor te permitió meterte en tantos agujeros profundos fue para que Su misericordia salvadora fuera tan obvia. Como Jesús les dijo una vez a los discípulos afligidos padres acerca de un hombre ciego de nacimiento, esas dificultades habían llegado para que la obra de Dios pudiera mostrarse en su vida. “Jesús respondió: «No pecó él, ni tampoco sus padres. Más bien, fue para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:3)

Cuando estés siendo abrumado, clama a tu Salvador y observa Su gran mano.