Dios, no entiendo a dónde vamos.

¿Alguna vez te has preguntado a dónde te está llevando Dios? ¿Cuál es el sentido de la instrucción que te ha dado o temporada que estás viviendo? Claramente, todos hemos estado en esa posición. En lo más profundo de nuestro corazón anhelamos vivir una vida con propósito que pueda demostrar la mejor versión de nosotros y cambiar la historia. Sin embargo, sabemos que la vida no es tan simple; José, hijo de Jacob, lo sabía bien.

José tuvo la ardua tarea de creer en su corazón en las promesas que Dios le había dado cuando era joven; sobresalir y liderar ante sus hermanos. Esta fe y certeza de la vida se ve impactado al momento que José es vendido como esclavo por sus hermanos, acusado falsamente de acoso sexual y olvidado en la cárcel por dos años.

¿Cómo estaría tu fe en las promesas de Dios luego de estos eventos? Definitivamente, sería un reto ponernos en los zapatos de José. Aun así, podemos aprender en Génesis 50:19-20 que Dios tenía un plan. Dios nunca ha perdido y perderá el control, ya que es soberano y fiel.

Cuando la duda, la confusión o el desánimo lleguen a tu vida es una gran oportunidad para recordarle a tu corazón que no debe temer, al contrario; cuando todo parecía haberse salido del guion ideal; Dios en su infinita misericordia ha convertido esas situaciones desagradables en lecciones y oportunidades favorables. Toma este pasaje como un recordatorio de que Dios ve el panorama completo; Él más que nadie está interesado en que llegues al final de la carrera en victoria y como José, que seas de bendición para muchas personas al reflejar a Jesús, en medio de una generación con hambre y sed por conocerlo.

Filipenses 3:13-14 nos recuerda que sin importar la situación en la que nos encontremos, sigamos hacia la meta; un encuentro cara a cara con Cristo Jesús. Así que cuando veas al cielo y preguntes: “Dios, ¿a dónde me llevas?”, recuerda que es a los pies de Jesús; el único lugar donde encontrarás vida y propósito para la situación en la que te encuentras.

Pregunta para reflexionar:

1. ¿Qué promesa te ha dado Dios para que sea un ancla y fundamento durante esta temporada?

Oremos: Padre, reconozco tu poder y soberanía. Descanso en que no has perdido el control. Todo lo me permites atravesar es para llegar a los pies de la cruz y reconocer el poder salvador y radical de Jesús. Hoy decido creerte, sé que tu Palabra siempre se cumple y que hay promesas esperando anclarse a mi corazón. Aquieta mi interior y trae paz y confianza sabiendo que tú tienes mi futuro en tus manos.