¿Hasta Cuándo, Señor?Muestra
¿Quiénes son estos que me persiguen?
Dicen que es vital conocer bien al enemigo. Muchos podemos tener nociones acerca de la maldad del ser humano por lo que vemos en las noticias y sucesos, por lo que observamos en los contenidos de ficción que consumimos. Pero, es precisamente ese consumo extremo de series, películas y videojuegos lo que nos está haciendo no ser capaces de medir cuál es la línea entre la realidad y la imaginación.
Seguimos pensando, y eso se nota más en los jóvenes, que la maldad es una especie de juego. Entendemos que hay dolor en el mundo, pero uno de tipo más impersonal, quizá o que tiene rostro, pero uno desconocido para nosotros. No todos vemos el mal en primera persona como lo relata David, ni somos capaces de reconocer que, a menudo, ese mal procede de nosotros mismos, que también dañamos. Convivimos con él a cierto nivel, pero no lo conocemos ni lo tememos como deberíamos. Y no es hasta que uno se sabe dañado, acechado por un enemigo personal u odiado por otro, que empieza a entender algo del sentimiento del salmista. ¿Te ha pasado alguna vez?
Es obvio que no nos gusta pensar en estas cosas y, por ello, ni estamos preparados ni clamamos por ayuda. David se sabía necesitado, y por eso buscaba a Dios. Estaba escandalizado. Temía por su vida, y no hay como las circunstancias de este tipo para mirar al cielo. Sentía a Dios lejos, como escondido (10:1) al ver al malo arrogante, jactándose de sus propias inclinaciones, codicioso, despreciativo de Dios, creyendo que nada lo moverá de su posición, persiguiendo al justo, maldiciendo y vejando, acechando y matando.
Sin embargo, algo enciende la “bombilla” de su entendimiento: “Tú lo has visto” (v.14). Dios mira y da a cada cual conforme a su obra. No en mis tiempos, ni los tuyos. Es en los Suyos, pero una declaración como la de David aquí, recordándonos que DIOS VE, es fundamental para nuestra fe.
“No lo veo ahora, pero lo declaro en convicción, y en Tu momento harás Tu justicia, que superará con creces lo que yo haría en este momento” –podría decir. ¿Lo crees? ¿Lo esperas? ¿Puedes declararlo? Dios es Rey eternamente y para siempre (v.16). Esto es algo que nos conviene recordar, para no desfallecer ante la presión del malo. Su oído está atento... la respuesta se acerca.
Escrituras
Acerca de este Plan
Nuestra vida no viene sin dolor, pero no todos los sufrimientos son iguales. Particularmente los que tienen que ver con la acción intencional de otros sobre nosotros, calculada y violenta en ocasiones, como lo vivió David, nos ponen en una situación mental, emocional y espiritual de tremendo desaliento. Ahí nos preguntamos –ojalá en conversación abierta y receptiva, a la vez, con Dios– “¿Hasta cuándo?”.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.lidiamartin.com/