¿Hasta Cuándo, Señor?Muestra
Esto no es nuevo
Quiero hoy poner especial énfasis en la descripción tan precisa (¡y sorprendente!) que hace David del modus operandi del malo en estos versículos, y cómo caracteriza “esa generación” (v.7) que parece más bien describir a ESTA generación nuestra. Observa...
- Se han acabado los piadosos.
- Han desaparecido los fieles.
- Habla mentira cada uno con su prójimo.
- Son lisonjeros e hipócritas, tienen fachada.
- Creen que prevalecerán por sus medios.
- No consideran que tengan nadie a quien deban rendir cuentas.
- La vileza es exaltada entre los hijos de los hombres.
¿Te resulta familiar? Tráelo a un formato más moderno y contextualizado para reconocerlo en nuestros días, pero no pierdas de vista lo esencial: el corazón de las personas no ha cambiado en absoluto. Así somos y así seguiremos. Nada nuevo bajo el sol, ni en nuestros corazones tampoco.
Hay algo que caracteriza de manera especial al malo, tal cual lo expresan repetidamente estos salmos: desprecia a Dios. Dice el 10:4 que no hay Dios en ninguno de sus pensamientos, y que los juicios de Él los tiene muy lejos de su vista (v.5). Tanto es así que llega a creer que vive en un universo distinto a este, en el que Dios no está, en que Dios no reina.
Sin embargo, sus propias palabras le delatan, como les pasa a tantos hoy, empeñados en que no hay Dios, pero no dejando de mencionarle, negarle o ningunearle. Si no lo hay, ¿a qué tanto énfasis y consumo de energías en algo tan inútil? “Dice en su corazón –10:11– Dios ha olvidado; Ha encubierto su rostro; nunca lo verá”. ¡Atención a este asunto! Porque una cosa es que no haya Dios (realmente) y otra bien distinta es que uno haya llegado a creer (bajo su propia cuenta y riesgo) que su tardanza puede interpretarse como ausencia.
¡Precisamente es esa tardanza la base de nuestra esperanza! Escucha bien lo que voy a decirte: EL SEÑOR SOLO TARDA, ¡¡¡PERO ESTÁ!!!
¡Esa es la clave! Miramos hacia atrás, hacemos memoria, y si somos honestos, nos damos cuenta de que no hubo ni una sola vez en que Dios no estuviera. El argumento que el malo utiliza para crecerse es precisamente el que el justo necesita recordar para levantarse de nuevo. ¡Salva, oh Señor! (12:1) Él destruirá a aquellos que creen no tener que rendirse ante nadie (12:3-4). Dios pondrá a salvo a quien por ello suspira (12:5).
Recuerda el justo que el Señor no está lejos, ni se esconde (10:1). Está presente. Solo espera el momento propicio.
Acerca de este Plan
Nuestra vida no viene sin dolor, pero no todos los sufrimientos son iguales. Particularmente los que tienen que ver con la acción intencional de otros sobre nosotros, calculada y violenta en ocasiones, como lo vivió David, nos ponen en una situación mental, emocional y espiritual de tremendo desaliento. Ahí nos preguntamos –ojalá en conversación abierta y receptiva, a la vez, con Dios– “¿Hasta cuándo?”.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.lidiamartin.com/