¿Hasta Cuándo, Señor?Muestra
Lo que ves no es el final
¿No te parece leer Romanos 3 al ponerte frente a este salmo? ¡Es que así es! El necio sigue diciendo en su corazón “No hay Dios”. El malo se sigue burlando de Él y haciendo de las suyas, particularmente contra el justo. Tocar a los Suyos es lo más cercano a arremeter contra Dios mismo, y eso es lo que muchas veces percibimos en medio de una generación perversa que nos odia por el simple hecho de existir. Es el peaje del discípulo, y nos recuerda el que Él mismo tuvo que sufrir injustamente por cargar nuestros pecados. El necio y el malo, queridos amigos, siempre fuimos cada uno de nosotros.
Hoy lo vemos desde la perspectiva de la salvación, y se nos hace un cuadro distinto. Somos olvidadizos respecto a nuestra condición, que somos polvo. Todos nos desviamos, y eso obliga a seguir amando al enemigo, y clamar por él, mal que nos pese. No hemos de ser sus amigos, pero sí verle como quien está en el peor escenario posible: sin Dios. Pero por él, como sucedió con Nínive, Dios aún extiende Su misericordia.
Las dos realidades son perfectamente compatibles. Dios resiste a los soberbios, hace a los malos caer y, a Su tiempo, tendrán su merecido. Pero, a la vez, este es aún el tiempo aceptable y de gracia. Incluso los malos pueden agarrarse, si reconsideran su camino, a la mano extendida de Dios a su favor, como hicimos nosotros.
Estas realidades son complementarias, dos caras de una misma moneda. Solo dejamos de entenderlo cuando eliminamos una de ambas:
- “Pero Dios, ¿aborrece o no aborrece el pecado?
- ¿Es misericordioso o justo?
- ¿En qué quedamos?
Se atribuye a C.S. Lewis que decía, con mucho acierto, que en Dios se dan un amor justo y una justicia amorosa. Eso lo explica todo. Es la gracia que nos ha alcanzado, y con la que se nos llama a transforma el mundo.
“¡Oh, que de Sión saliera la salvación de Israel!”, termina el salmo 14, evocando y anticipando al Mesías, al Jesús que conocimos por pura gracia de Dios, al que se hizo carne y fue molido por nuestros pecados, sepultado y abatido, pero resucitado y que reina hoy a la diestra del Padre. Su trono habla de un final feliz para nuestra historia, “las primicias” de lo que sucederá con nosotros, y mientras estamos aquí, nos recordamos, para vivificar nuestra alma, que el Señor ve y actúa, y no dejará olvidado para siempre al que sufre.
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Escrituras
Acerca de este Plan
Nuestra vida no viene sin dolor, pero no todos los sufrimientos son iguales. Particularmente los que tienen que ver con la acción intencional de otros sobre nosotros, calculada y violenta en ocasiones, como lo vivió David, nos ponen en una situación mental, emocional y espiritual de tremendo desaliento. Ahí nos preguntamos –ojalá en conversación abierta y receptiva, a la vez, con Dios– “¿Hasta cuándo?”.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.lidiamartin.com/