Los profetas intentaron rescatar

Mientras los reyes de Israel condujeron a su pueblo al exilio, sus profetas los prepararon para el exilio y la vida post-exílica. Si bien la mayoría de sus mensajes eran pesimistas, había destellos de esperanza en todos ellos. Dios habló a sus profetas, quienes fielmente comunicaron su palabra, por deprimente o premonitorio que fuera el mensaje. La respuesta del pueblo no fue de comprensión y humildad sino de apatía y desinterés. En algún nivel habían abandonado la búsqueda del Dios vivo y se habían ido detrás de ídolos de madera y piedra. Habían elegido mezclarse con los países de su exilio en lugar de destacarse por su adoración al único Dios verdadero. Los profetas comunicaron el amor continuo de Dios por su pueblo a pesar de todos sus retrocesos. Fueron implacables en su intento de llamar la atención de la nación sobre el juicio de Dios sobre ellos. Este juicio fue bien merecido como resultado de su obstinación, desobediencia y flagrante pecaminosidad. Los hombres de Dios no tuvieron pelos en la lengua y sufrieron por su honestidad. Despreciados, perseguidos y alienados por los suyos, estos hombres eran la viva imagen del coraje bajo fuego. La parte más triste fue que la gente de la tierra carecía de una visión piadosa y no confiaban en aquellos que tenían una visión piadosa, y por eso perecieron a manos de sus enemigos. Muy pocos, los que constituían el remanente, lograron regresar a Jerusalén como se había predicho. Si uno tuviera que diagnosticar una causa fundamental de la infidelidad de Israel, sería su dependencia de cosas y personas fuera de su Dios. En pocas palabras, era un corazón de idolatría lo que los atormentaba. Sus pasiones y afectos no estaban dirigidos hacia Dios, por lo que su adoración se diluyó y finalmente se desvió. Ningún profeta pudo rescatar al pueblo de su extravío.

Pensamiento:

Sin visión la gente perece.