Triunfando en las PruebasMuestra

Cultivando la belleza del corazón

Lectura: 1 Pedro 3:1-7

EOAO: 1 Pedro 3:3-4

Que vuestra belleza no dependa de lo exterior, como peinados llamativos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino de lo íntimo, del corazón, del adorno incorruptible de un espíritu afable y sereno, ya que este tipo de belleza es muy apreciada por Dios.

En el texto

En la antigua Roma, las normas sociales dictaban que los esposos tenían absoluta autoridad sobre sus familias. Imagina a una mujer nueva en la fe en Cristo, cuyo esposo no compartiera su fe. En esa época, los hombres que llegaban a ser seguidores de Cristo traían a toda su familia a la iglesia, pero las mujeres no tenían esa autoridad. Lo más probable es que las esposas que llegaban a ser cristianas tenían que caminar por un camino muy delicado, asistiendo a la iglesia solas, posiblemente en contra de los deseos de sus cónyuges. Para muchas mujeres alrededor del mundo esto es todavía una realidad.

En medio de este telón de fondo, Pedro ofrece sabiduría que trasciende los siglos. Él hace un contraste con la extravagancia y la vanidad que las mujeres romanas a menudo demostraban, con las cualidades que las mujeres cristianas deben desarrollar. No está estableciendo un código de vestimenta rígido, sino dirigiendo nuestra atención hacia adentro, mostrando que debemos valorar la belleza interior más que la belleza exterior. Él está desafiando a las mujeres a vivir de una manera que otros, tanto en su hogar como fuera de él, reconozcan su carácter y sus cualidades cristianas por encima de su apariencia exterior.

Pedro enfatiza lo efímero de la belleza externa, una belleza que está meticulosamente diseñada con los últimos gritos de la moda, así como tendencias cuyo único objetivo es impresionar a otros. En su lugar, él nos invita a cultivar la belleza que irradia del interior, una belleza marcada por el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23). Esta belleza no se destiñe, sino que madura y se hace más profunda con el tiempo.

Ser “sumisa” puede ser un tema bastante delicado y mal aplicado. A menudo es un término incomprendido y mal usado. Sin embargo, Jesús mismo lo ejemplificó perfectamente. Él se sometió al plan de Dios, demostrando una inmensa fortaleza y un profundo amor. Como Pedro enseña, la sumisión nunca compromete la obediencia a Dios. No significa que tenemos que dejar que nos pasen por encima o que nos quedemos en un lugar que no es seguro, o en una situación abusiva, aguantando dolor, o haciendo cosas que violan la palabra de Dios o nuestra conciencia. Significa que la mujer debe ser lo suficientemente mansa como para seguir el liderazgo del esposo (excepto en el pecado, por supuesto). Es una postura resiliente y piadosa motivada por el amor y realizada por respeto a Dios y a los demás.

Aunque no hay una lista específica, Pedro nos da una idea de cómo una esposa debe someterse a su esposo, él menciona a Sara, quien se sometía a Abraham llamándole señor, esto muestra una actitud interna de respeto en base a la obediencia a los mandatos de Dios. Como Pedro escribe, las mujeres que hicieron esto bien, tenían su esperanza descansando en Dios, no en su propia inteligencia, gracia o belleza, ni aun en sus propios esposos. Por eso podían ser valientes y fuertes y al mismo tiempo tener un espíritu tranquilo y callado.

Pidámosle a Dios que nos ayude a tener una belleza interior que apunte a Cristo y lleve a otros a conocerlo.

Oración

Amado Señor Jesús, enséñame a desarrollar la belleza interna que es de gran estima para ti. Ayúdame a cuidar mi cuerpo que me has encomendado, no solo por vanidad, sino como un acto de adoración a ti, Amén.