Un Hombre Con Una Misión: Un Viaje De 5 Días Con Jesús en Marcos 5–7Muestra

Jesús alimenta a una multitud hambrienta

Los discípulos acaban de llegar de su emocionante viaje misionero, durante el cual predicaron, echaron fuera a espíritus malignos y sanaron a muchas personas (6:12–13). Jesús intenta llevarlos a un lugar tranquilo para que descansen y se reorganicen, pero, una vez más, los planes no se cumplen. Su retiro es interceptado e interrumpido por la multitud exigente. Esto prepara el escenario para una escena dramática de ministerio, tan importante que se registra en todos los cuatros Evangelios.

Cuando Marcos recuenta esta historia, él la pone dentro del marco de la atención de Jesús hacia la MULTITUD—su compasión para con ellos (vv. 34–36) y su provisión abundante para ellos (vv. 42­–44). Pero el corazón de la versión de este milagro en Marcos es la conversación misional que Jesús tiene con sus DISCÍPULOS, la que gira alrededor de un imperativo y una pregunta.

La compasión de Jesús para con la multitud hace que les dé a los discípulos cansados un IMPERATIVO: “Vosotros, dadles de comer” (v. 37). Jesús deposita la expresión de su compasión directamente en las manos de sus discípulos. No hay discusión de su capacidad para hacerlo; él simplemente asume que es su responsabilidad. “Ustedes, aliméntenlos”—cuerpo, mente, alma y espíritu—es un resumen incisivo del trabajo de los discípulos de Jesús en respuesta a las multitudes que claman por la salvación, que tienen hambre del Pan de Vida y sed del Agua de Vida.

Los discípulos—a pesar de las experiencias emocionantes y milagrosas de su viaje misionero reciente—son renuentes para abrazar este imperativo radical y ofrecen razones lógicas por las que el plan de Jesús no va a funcionar. Con una insistencia tierna, Jesús sigue su imperativo con una PREGUNTA: “¿Cuánto tenéis?” (v. 38). “Buscad, verificad”, les dice. “¡Mirad bien!” Jesús sabe que tienen lo suficiente, porque “suficiente” no es un número o una cantidad. “Suficiente” es el 100% de cualquier cosa que se pone en las manos de Jesús para los propósitos de Jesús. Observa el movimiento de los panes y peces—de las manos de ellos a las de Jesús, quien los devuelve a ellos, y de sus manos a las manos y bocas de la multitud que espera. ¡Y una multitud se alimenta!

Jesús, nuestro “hombre en una misión”, no es solista. Él invita, recibe y manda a sus seguidores a que se unan con él en misión, y suple todo lo que necesitamos para el viaje y para los desafíos que surgen en el camino. Lo que ponemos en sus manos será “suficiente”.