Todos Quieren Un MilagroMuestra

Milagros y misión

Los doctores T. L. y Daisy Osborn, mi madre y mi padre, aceptaron a Cristo a una edad temprana y se lanzaron al ministerio cristiano a tiempo completo siendo recién casados. Eran sinceros en su fe, leales en sus asociaciones y fervorosos en sus ministerios. Sin embargo, cuando se enfrentaron a las muchas necesidades del pueblo profundamente religioso de la India, no supieron qué decir. Les resultaba difícil responder a las preguntas inquisitivas de personas de otras religiones.

Cuando las doctrinas tradicionales resultaron ineficaces, las acciones basadas en el celo fracasaron, la compasión humana fue insuficiente y otras opciones se revelaron como carentes de poder, mis padres descubrieron el poder milagroso de Cristo resucitado. Todo cambió. Ahora, tras más de seis décadas de ministerio mundial, los milagros siguen siendo una realidad fundamental en su fe cristiana.

Mi hijo mayor, Tommy O'Dell, junto con su esposa Elisabeth y sus hijos, representan las dos generaciones siguientes de esta familia. La propia historia de conversión de Tommy es una historia milagrosa. Su encuentro sobrenatural con Jesús es la prueba de que, cuando el esfuerzo humano llega a su límite, el poder de Cristo continúa y lleva a cabo el hermoso plan de rescate de Dios.

Tommy y Elisabeth han llevado el Evangelio a más de setenta naciones. Millones de almas se han salvado en sus reuniones evangelísticas. Las notables sanidades físicas y otros actos sobrenaturales de nuestro amoroso Señor han confirmado su ministerio continuamente.

Fue Tommy quien sugirió que el libro en el que se basa esta serie devocional se reimprimiera para esta generación. Escribió: «A los pocos meses de mi conversión, encontré Milagros, un pequeño libro en el estudio de mi abuela. Empecé a leerlo en voz alta para mí mismo. Cuando terminé el libro, la presencia de Dios me envolvió. Ya no podía contener lo que sentía, fue como si corrientes de electricidad recorrieran mi cuerpo. Más tarde, me asombré de esta experiencia sobrenatural. Desde entonces, he tenido el privilegio de llevar este Evangelio milagroso a muchas personas de nuestro mundo herido».

Toda nuestra familia (empezando por mis padres, siguiendo por mí, extendiéndose a mis hijos y ahora incluyendo a mis nietos) comparte esta misión de difundir el Evangelio. Únete a nosotros para sembrar las semillas de la verdad por todo nuestro mundo.

Señor, tú diste la vista a los ciegos, sanaste a los enfermos, expulsaste a los demonios, multiplicaste recursos e hiciste muchos más milagros. Dame el valor de proclamar que tu amor y tu poder infinitos siguen estando hoy a nuestra disposición.