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Día 7: Sanos por el Gozo

El gozo no es una emoción superficial ni una actitud forzada. Es una fuerza espiritual. En medio del agotamiento, es común que el gozo desaparezca y que lo que antes era pasión, hoy parezca solo una rutina pesada. Pero la Palabra dice que “el gozo del Señor es nuestra fortaleza” (Nehemías 8:10). Esto significa que no es un adorno opcional del alma, sino una fuente de poder.

El gozo no depende de las circunstancias externas. Nace de una conexión viva con Dios. Es fruto del Espíritu (Gálatas 5:22), no del ambiente. Cuando estamos en comunión con el Padre, cuando nuestra alma recuerda quién es Él y quiénes somos nosotros en Él, el gozo comienza a brotar, incluso en el desierto.

Jesús prometió un gozo completo a quienes permanecen en su amor (Juan 15:11). Y este gozo tiene poder sanador. Sana el desánimo, la frustración, el resentimiento. Restablece la mirada. Renueva la esperanza. El gozo no es ingenuidad. Es fe activa. Es la convicción de que Dios está obrando, aunque aún no lo veamos todo claro.

El ministerio no debe vivirse desde la queja, el peso o la culpa. Aunque haya momentos difíciles, el gozo del Señor puede restaurar el sentido, encender la pasión y sanar las grietas del alma. Una iglesia necesita pastores que lideren desde el gozo, no desde el agotamiento. Y tú puedes ser uno de ellos.

Hoy, Dios quiere devolverte el gozo. No el que nace del éxito, sino el que proviene de su presencia. Un gozo firme, profundo, constante. Un gozo que sana.

Aplicación práctica: Haz memoria de momentos donde experimentaste el gozo de Dios en tu servicio. Escríbelos. Agradécele por ellos y pídele que renueve ese gozo hoy.