Mis finanzas bajo el paraguas de Dios: el diezmo

Sin duda, uno de los temas más controvertidos dentro del manejo bíblico de las finanzas es el diezmo, el cual es dar a Dios de vuelta el 10% de nuestros ingresos, como lo recuerda Dios es Malaquías 3. Es controversial porque el diezmo demanda de nosotros una doble acción: un acto de obediencia y un acto de fe.

Pensar en manejar nuestras finanzas con Dios sin ponerlo a Él sobre ellas es imposible. A través del diezmo estamos siendo obedientes a la instrucción que el Señor nos ha dado y también estamos poniendo nuestra fe en que el 90% que deja bajo nuestra administración es suficiente para que Él supla todas nuestras necesidades de manera más abundante como nos lo ha prometido. Al contrario, cuando no confiamos y desobedecemos su llamado al diezmo, estamos diciéndole a Dios que no creemos que Él pueda darnos todo lo que necesitamos y decidiendo vivir en independencia de Él.

Cuando somos obedientes y confiamos en el Señor, diezmamos y ponemos nuestras finanzas bajo el paraguas de protección y bendición que Dios ha prometido sobre nosotros y que, de hecho, nos reta a probar si esto no es cierto al diezmar, como nos lo enseña en Malaquías 3:10. Asimismo, en Deuteronomio 28 nos enseña que al obedecerlo en todos sus mandamientos y preceptos recibiremos bendiciones, incluyendo bendiciones financieras.

El primer paso para poner nuestras finanzas en orden es poniendo a Dios en primer lugar sobre las mismas. Cuando realizamos el presupuesto, el diezmo no es lo último en nuestra lista de gastos, sino lo primero, no damos a Dios lo que sobra, sino lo mejor. Al hacerlo, no solo estamos siendo obedientes a Dios, sino que también estamos manifestando nuestra plena confianza en que Él es suficiente y que el resto viene por añadidura.