DÍA 3: PESO

Hace algún tiempo, vi un torneo que se trataba de resistencia de peso. Aquel que levantara durante más tiempo una bola pesada sobre su espalda, ganaba. El ganador mantuvo dicha bola por más de ocho horas al punto que temblaba de dolor. Al dejar caer la bola, él mismo cayó rendido en el piso sin aliento. Aunque su competencia era fuerte, él debía permanecer estático mientras levantaba dicho peso porque se trataba de resistencia, pero en esta competencia, no se corría; era algo estático.

Ahora bien, en Hebreos 11, Pablo nos cuenta acerca de muchos ejemplos de personas de fe como referencias de que efectivamente es posible llevar una vida que agrade a Dios; y luego nos dice: “quitémonos todo el peso que nos impida correr”. Para Pablo, la fe es una competencia contra uno mismo y el entorno, pero no es estática, siempre está en acción, en movimiento; y entender esto es clave.

Si bien los deportistas que participaron en la competencia de levantamiento de peso debían resistir por horas por un premio que morirá con ellos, Jesús nos dice que entreguemos nuestras cargas pesadas. Sin embargo, a veces creemos que en la vida tenemos que luchar todos los días con pesos en nuestra espalda que no podemos llevar. Si los deportistas soportaron solo 8 horas y terminaron casi desvaneciéndose, ¿cómo es una vida que lleva cargas pesadísimas por meses o años?

La carrera de la fe significa poner nuestros ojos en Jesús, entregarle la carga que llevamos encima, dejar la competencia en la que hemos luchado solos, sin Él; para entonces correr con un yugo entregado por Él, liviano, fácil de llevar.

Preguntas:

• ¿Cuál es tu propio pecado que te hace tropezar?
• ¿Cuál es la carrera que debemos correr?
• ¿Cómo podrías correr esa carrera de fe hoy?