Humildad transformadora

Carlos era un hombre mayor que vivía en una casa modesta en las afueras de la ciudad. Cada año, durante la temporada navideña, solía decorar su pequeño hogar con luces y adornos sencillos. Aunque su casa no era grande ni lujosa, la calidez de la Navidad siempre llenaba su corazón. Este año, sin embargo, algo parecía faltar. Su jardín, que en otras navidades había sido una de sus mayores alegrías, se encontraba descuidado, cubierto de hojas caídas y malas hierbas. La enfermedad y la falta de tiempo lo habían alejado de su jardín durante varios meses.

Una mañana fría de diciembre, Carlos salió al patio y observó un rincón olvidado de su jardín, donde unas pequeñas flores silvestres comenzaban a brotar entre las malas hierbas. Decidió que, aunque fuera tarde en la temporada, tomaría un poco de tiempo para limpiar ese espacio y darle algo de cuidado. Con el paso de los días, ese rincón olvidado comenzó a florecer, mostrando colores vivos de rojos, blancos y dorados, y llenando el aire con un dulce aroma. Aunque era un espacio pequeño y sencillo, las flores daban testimonio de la belleza que puede surgir de lo más humilde.

Al igual que ese rincón olvidado, muchas veces Dios escoge lo más pequeño y lo humilde para hacer algo grande. En Lucas 1 leemos el relato sobre María, una joven de un pueblo insignificante, que fue escogida por Dios para ser la madre del Salvador del mundo. Como cualquier joven de su tiempo, probablemente tenía sueños sencillos: casarse, formar una familia y vivir en paz. Sin embargo, lo que Dios tenía preparado para ella era mucho más grande y glorioso de lo que ella podría haber imaginado. En un momento inesperado, el ángel Gabriel se le apareció con un mensaje asombroso: ella sería la madre del Salvador del mundo.

María no era una reina ni una princesa. Era una joven sencilla, sin poder ni influencia. Sin embargo, Dios la eligió a ella. En lugar de buscar entre las personas más poderosas o famosas, elige a una joven humilde para cumplir Su propósito redentor. Esta elección revela algo profundamente importante sobre el carácter de Dios. Él elige lo débil para confundir a los sabios y lo humilde para mostrar Su poder (1 Corintios 1:27). Dios no actúa como nosotros esperaríamos. Él no necesita de la grandeza humana, sino que obra a través de lo más pequeño para mostrar Su gloria.

María, al escuchar la increíble noticia del ángel, no dudó ni se mostró incrédula. Su respuesta fue de fe y obediencia. "He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra" (Lucas 1:38). María no comprendía completamente lo que implicaría ser la madre de Jesús, pero confiaba en el plan divino y aceptaba la voluntad de Dios con humildad. Su fe no fue perfecta, pero su obediencia y disposición para ser usada por Dios fueron claras.

En nuestra vida diaria, a menudo buscamos respuestas y soluciones en lugares de poder, influencia o grandeza. Pero la Navidad nos recuerda que Dios obra a través de lo pequeño, lo sencillo y lo humilde. El nacimiento de Jesús, en un pesebre, en circunstancias tan humildes, no fue un accidente. Fue una revelación de cómo Dios elige obrar de maneras sorprendentes, para mostrar que Su poder no depende de las riquezas, el estatus o la fama. Dios elige lo débil para demostrar Su grandeza.

Esta historia de María también nos enseña cómo debemos responder al llamado de Dios. Muchas veces nos sentimos inseguros, pequeños o incapaces, pero el ejemplo de María nos muestra que la respuesta correcta es la fe, la obediencia y la humildad. Dios no necesita nuestra grandeza para cumplir Su propósito; solo necesita un corazón dispuesto. Así como María aceptó el plan de Dios para ella, nosotros también estamos llamados a decir "sí" a lo que Él nos pide, confiando en que Él tiene un propósito perfecto para nuestra vida, aunque no siempre comprendamos todo lo que está sucediendo.

Al mirar el nacimiento de Jesús, recordemos que en medio de nuestras vidas cotidianas, Dios tiene un plan perfecto, y a veces, lo obra en los lugares más humildes e inesperados. Como María, podemos confiar en Su soberanía, sabiendo que Él puede usarnos, a pesar de nuestras limitaciones.

Oración
Señor, gracias por mostrar Tu poder a través de la humildad. Gracias por elegir a María, una joven sencilla, para ser la madre de nuestro Salvador. Ayúdanos a ser como ella: dispuestos a seguir Tu plan con fe y obediencia. Que esta Navidad podamos recordar que Tú obra en lo pequeño y que podemos confiar en Tu propósito perfecto para nuestras vidas. En el nombre de Jesús, amén.