La necesidad de la encarnación

Los últimos días hemos estado recorriendo algunas promesas acerca del nacimiento del Mesías y el cumplimiento de ellas. Ahora estaremos profundizando en el propósito de Su venida. Quizá te preguntes por qué Dios no pudo salvarnos simplemente perdonando nuestros pecados y ya. ¿Por qué era necesario que viniera en forma de hombre y muriera por nosotros?

Bueno, primeramente, es importante comprender que la salvación no era necesaria. Ésta no era obligación de Dios. Él pudo habernos dejado en nuestros pecados en espera del castigo, y aun así habría sido completamente justo y bueno por ello. Pero Dios, en Su amor, decidió salvarnos mediante Jesucristo.

Esto sólo sería posible mediante la muerte de Jesús. Para entender esto, debemos recordar que Dios es amor y justo, y no puede negarse a sí mismo. Si Dios hubiera decidido simplemente pasar por alto nuestros pecados, habría sido un Dios injusto. Imagina un tribunal donde un juez deja libre a un asesino; eso lo haría un juez corrupto. De manera similar, la justicia de Dios demanda que todo pecado sea castigado con la muerte, pero Su amor lo mueve a misericordia.

Por esta razón, antes de la fundación del mundo, Dios ya tenía un plan redentor: Emanuel, Dios encarnado, el Salvador que justamente pagaría por nuestros pecados con Su muerte. Esto nos permite ser perdonados, porque Su sacrificio satisface tanto el amor como la justicia de Dios. Por lo tanto, el nacimiento de Cristo era imprescindible. Él tenía que venir en forma de hombre para anular las consecuencias del pecado en la humanidad.

No había otra manera. Si Cristo no se hubiera encarnado, no habría habido sangre inocente que derramar a nuestro favor. Dicho de otra manera, sin encarnación no habría redención.

ORACIÓN
Padre, ¿quién como tú? ¡Tu sabiduría es incomparable y tus planes son gloriosos! Gracias por tu amor y tu justicia. Gracias por la gracia inmerecida hacia nosotros y por la obra de Cristo a nuestro favor. Gracias por la salvación y la libertad que me das en Él. Amén.