Jesús resucitó

Cristo murió. Él entregó Su vida hasta la última gota de sangre por nosotros. Pero la historia no terminó ahí. Tres días después, hubo un canto de victoria: ¡Jesús resucitó!

La resurrección era imprescindible para completar la obra de salvación que comenzó con el nacimiento de Cristo. Jesús debía nacer, vivir y morir por nuestras transgresiones, pero si no hubiera resucitado, no habría podido justificar al injusto. La resurrección fue la prueba definitiva de que Dios aceptó el sacrificio de Jesús. En otras palabras, la resurrección fue el comprobante del pago que se hizo tres días antes en la cruz.

A través de la resurrección, Dios dio validez a la obra de Cristo a nuestro favor. Por esto, Cristo no tenía que permanecer muerto: la deuda había sido saldada. Ya no había más pena que pagar ni más ira que cargar; Su obra estaba completa. La resurrección es, en esencia, Dios declarando que todo el castigo por el pecado había sido pagado, viendo a Cristo sin culpa y justo.

Lo maravilloso de esto es que esta verdad también se aplica a todo aquel que pone su confianza en Cristo para salvación. Por la resurrección de Cristo, Dios nos justifica y nos habilita para vivir una vida nueva: ya no como esclavos del pecado, sino como esclavos de la justicia (Romanos 6:11-13).

Por eso celebramos la Navidad, porque nada de esto hubiera sido posible si Dios no hubiera venido en forma de hombre para salvarnos. La cruz fue el propósito de lo que comenzó en Navidad, mientras que la resurrección fue la validación de esa obra redentora.

ORACIÓN
Señor, sé que sin ti no puedo hacer nada. Conozco las profundidades del pecado de mi alma, y por eso reconozco la profundidad de mi necesidad de ti. Sé que jamás podría ganarme tu aprobación por mis obras, por lo que mi esperanza descansa en la obra de Cristo a mi favor. Gracias por tu gracia y misericordia. Hazme cada vez más como tú. En el nombre de Jesús, amén.