Oración y ayuno

“Pero este género no sale sino con oración y ayuno" (Mateo 17:21).

El ayuno se basa en la oración. La oración incluye los actos de conversación e intercesión. La conversación con Dios es simplemente hablar con Dios y darle espacio para que Él responda. La intercesión es luchar para que la Palabra de Dios se manifieste en la tierra. Sin la oración, el ayuno es solo una dieta. Mientras que a tu carne se le niega el alimento, tu espíritu puede ser alimentado a través de Su presencia en la oración y las Escrituras. Encontrarse con Dios es recibir tu pan de cada día. Cada escritura en la que meditas está alimentando tu espíritu. Cada palabra que escuchas en Su presencia está alimentando tu espíritu. ¡Él es tu pan de cada día! Cuando estás con Él, eres cambiado por Él y comienzas a parecerte más a Él.

A medida que las áreas de tu carne comiencen a salir a la superficie, llévalas a Dios en oración. Pablo nos muestra este proceso en 2 Corintios 3:16-18. Pablo enseña que cuando nos comunicamos con Dios a través de la oración, estamos contemplando Su rostro. Al hacer esto, comenzamos a parecernos a Él y nos transformamos a Su imagen. A medida que Él crece en nuestras vidas, nosotros decrecemos.

El ayuno es una manera de conectarnos con Dios, pero no tiene ningún beneficio espiritual si no nos encontramos con Dios en el ayuno. Si descuidamos nuestro tiempo con Dios durante un ayuno, no somos mejores que los paganos que realizan rituales a un dios mudo. Mientras ayunas y oras, ten en cuenta que Mateo 17:21 resalta el poder y la autoridad que resultan de esta disciplina. Hay un contraste entre lo que los discípulos pudieron hacer sin oración y ayuno, y lo que Jesús pudo hacer mediante su oración y ayuno. Los dos deben ir de la mano. ¡Sin oración, el ayuno es solo una dieta!

ORACIÓN

Padre, habla, te escucho. Enséñame a orar. Quiero escuchar tu voz. Tengo hambre de tu Palabra viva. Revélame lo que estás haciendo en el espíritu dondequiera que vaya. Amén.

SOLICITUD

Evalúa tus encuentros diarios con Dios.

Pregúntate a ti mismo

• ¿Me estoy dando suficiente tiempo para estar con Dios cada día?
• ¿Estoy escuchando a Dios constantemente?

Pregúntale a Dios

• ¿Hay algún deseo de que yo me adapte en mis encuentros contigo?
• ¿Cuándo te gustaría conocerme?
• ¿Dónde te gustaría encontrarme?