No Te Pierdas en Tus Emociones- La Metáfora Del BosqueMuestra

EL VALOR DE UNA LUZ ROJA

A veces nos empeñamos en que las emociones sean nuestra brújula, en vez de pensar en ellas como una luz roja que, quizá, el Señor también ha puesto ahí para que nos hagamos preguntas.

Uno de los llamados a los que se nos mueve en la Palabra es a “considerar”, y se usa con frecuencia para exhortar a la reflexión, evaluación y meditación sobre la voz de Dios, los actos de otros y las propias acciones.

Piénsalo detenidamente: esos asuntos, los tres, mueven las emociones dentro de nosotros y a veces nos hacen sentir como dentro de un bosque bien oscuro, del que uno no sabe bien cómo salir.

• Su Palabra y su voz, cortantes cual espada de doble filo, causan ruptura interna en nosotros, nos mueven a ver nuestra pequeñez frente a su grandeza, nos traen tristezas que mueven al arrepentimiento si somos sensibles al corazón de Dios... y esto no es nada que debamos despreciar, aunque como no nos gusta, solemos endurecernos con frecuencia, y mirar para otro lado.
• Los actos de otros traen a nuestra vida las mayores alegrías y también las más graves servidumbres y sufrimientos. ¿Cómo no revolvernos, si estamos medio alineados con Dios, ante todo aquello que a Él le contrista? No somos demasiado conscientes, pero estamos diseñados con orden y para reaccionar con malestar frente al desorden. Un corazón sensible al evangelio y al corazón de Dios no podrá ignorar que alrededor nuestro hay un mundo caído que nos incluye.
• Nuestros actos, precisamente porque la caída no es un ente ajeno a nosotros, sino algo de lo que cada uno somos responsables, mueven en nosotros el sistema emocional por una razón muy clara, y es que así debe ser. A veces es la forma en que su Espíritu habla a nuestro espíritu, Su voz a nuestra conciencia, y nuestras mentes son movilizadas a “considerar” qué está pasando y, a ser posible, desde la visión de Dios y no la nuestra.

El valor de una luz que se enciende en nuestro sistema (cual piloto luminoso en el salpicadero de nuestro coche) es altísimo cuando nos dice, en medio del nuestra oscuridad, “Detente y considera”. Algunas veces será una luz roja, otras ámbar o anaranjada... pero considerar a Dios en la ecuación a la hora de transitar ese bosque del que no puedo teletransportarme y que requiere caminar sabiendo dónde está el norte, es fundamental.