No Te Pierdas en Tus Emociones- La Metáfora Del BosqueMuestra

LA REGLA DE ORO PARA SALIR DEL BOSQUE

No se sale del bosque a no ser que uno entienda que no puede teletransportarse, sin más. A eso se le llama AFRONTAMIENTO, y es justo lo contrario de la evitación, que es lo que nos lleva al desastre, emocional y trascendentalmente hablando.

En camino se hace andando, y para eso hace falta levantarse, observar, considerar con detenimiento las posibilidades, y tomar decisiones que pongan nuestros pies en movimiento hacia el lugar correcto. Una vez que conocemos dónde nos irá bien, queda de nuestra parte sopesar si tendremos esto en cuenta o no, pero las emociones pueden ser aliadas interesantes en ese proceso si en vez de convertirlas en brújulas las usamos para lo que Dios nos las dio: alinearlas con Él y darle gloria con ello.

Esto, si lo analizas, es nuestro bien supremo: que sea cual sea la situación que vivimos, de abundancia o escasez, de enfermedad o salud, podamos estar contentados y gozosos (que no necesariamente alegres, porque no somos masoquistas) porque vemos mucho más que el árbol en ese bosque.

Afrontar el bosque es reconocer que, si miramos atrás, casi todos nuestros tramos de mayor crecimiento se han producido en la espesura:

• En nuestros miedos experimentamos la fortaleza de la mano de Dios, que nos sustentaba.
• En la tristeza nos dimos cuenta de que necesitamos que algo cambie, y casi siempre está dentro de nosotros, no en la circunstancia. ¡Ahí es donde el Señor quiere trabajar especialmente, haciéndonos más a imagen de Cristo, también en sus emociones!
• En nuestros enfados y arrebatos tuvimos que comprender que el orden de Dios obra de manera diferente a la nuestra, y aprendimos a estar quietos y ver que quién es Él, aunque también a clamar por Su justicia.

No podemos vivir en un mundo paralelo en el que las cosas no son como son, sino como nos gustarían. En el universo de Dios, las cosas funcionan como Él las diseña, y la gravedad va hacia abajo. Nuestros actos tienen consecuencias, estar en un mundo caído condiciona nuestro camino, y nuestras emociones nos hablan alto y claro de qué vemos alrededor y qué pensamos de todo ello.

La cuestión es ¿qué haremos con ello? ¿Traeremos todo pensamiento (y sentimiento) cautivos a Cristo? ¿Nos dejaremos transformar según el método del Alfarero, teniendo en cuenta que somos polvo? ¿Preferiremos seguir dando vueltas en círculo, o ver la luz del nuevo día?