No Te Pierdas en Tus Emociones- La Metáfora Del BosqueMuestra

RESOLVIENDO EL DILEMA DE SER FELICES

Todos queremos resolver el dilema de ser felices. Nuestro problema es que solemos buscar la felicidad en lugares y personas equivocados.

En primer lugar, en una sociedad que vive rápido, híperestimulada, y que confunde lo bueno con lo satisfactorio, lo importante con lo urgente, y la adrenalina con florecer, no es de extrañar que las cosas nos vayan tan mal. Porque aunque cada cual aparente que todo va bien y pongamos una gran sonrisa en el rostro, todos atravesamos un gran bosque.

Nuestras emociones, usadas como brújula, nos llevan a procurar experiencias y sensaciones que adormezcan nuestra conciencia. Ya no nos vale la belleza, sino lo extravagante, y apenas. No nos sirve el café, el té, o la bebida energética, y las emociones fuertes se han convertido en la anestesia que sigue confundiéndose con la felicidad. Satisfacción “en vena” y por los medios que sean. Todo para no tener que enfrentar la realidad: que estamos (y nos sentimos, en cuanto nos damos el espacio para permitírnoslo) perdidos.

¿Cómo se resuelve esto? La anestesia con la que procura casi todo el mundo hacer una especie de huida hacia delante “a ver si llega el día en el que esto de las emociones negativas se nos pasa”, se llama EVITACIÓN. Huimos. Nos escondemos. Nos disfrazamos y nos colocamos fuera de la vista de los demás y de Dios (aunque lo último sea una falacia). ¿No nos vuelve a recordar poderosamente al Edén convertido en bosque oscuro para aquella primera pareja?

Hasta hoy seguimos buscando y apenas encontrando, porque lo que principalmente hemos decidido evitar es a Quien nos dice, sin lugar a duda, dónde está nuestro norte, el lugar donde está la verdadera felicidad, y que ni siquiera sabemos en qué consiste. Él, sin embargo, sí lo sabe.

La cuestión es que el camino de Jesús (lo vemos en su propia vida y ejemplo), está lleno de tramos de dolor, rechazo y tristeza... pero también gozo y paz sobrenaturales, de los que sobrepasan todo entendimiento, porque sea cual sea la circunstancia, el creyente en Cristo siempre tiene mucho que celebrar.

Ahí es donde está nuestra felicidad, y donde dejamos de estar esclavos de nuestras emociones. No vivimos para ganar nada: todo está logrado. Transitamos un camino que Otro ha recorrido antes, y solo ha de preocuparnos, a nivel emocional, alinearnos con Dios y su corazón, mientras volvemos al Hogar.