Un cambio radical

Este Plan tiene como propósito ayudarte a comprender mejor la "vida nueva" de la que Jesús habló a Nicodemo. El deseo de experimentar esta vida nueva, en cada aspecto de nuestra existencia, nace de vivir guiados por el Espíritu Santo. La "vida nueva" no es solo una transformación espiritual, sino también una nueva manera de vivir.

Dios envió a Su Hijo, quien asumió la naturaleza humana y, a través de Su muerte y resurrección, venció el pecado y la muerte, transformándote en una nueva criatura.

Esta transformación ocurre en el Bautismo, en el cual, por el Espíritu Santo, Cristo nos incorpora en Él. Al unirnos a Su muerte y resurrección, Él realiza nuestra salvación y nos concede la vida nueva, infundiéndonos Su Gracia.

Pablo nos recuerda que, por medio del Bautismo, hemos llegado a ser parte de un solo cuerpo en Cristo. Jesús, por el don de Su Espíritu, nos hace hermanos, recogidos desde todas partes del mundo en un solo Cuerpo. En este Cuerpo, la vida de Cristo se difunde de manera profunda y misteriosa, creando una conexión entre cada uno de nosotros y con Él.

Así, llegamos a ser miembros de una sola comunidad, unidos por relaciones vitales y espirituales. La vida nueva en el Espíritu también implica una transformación en nuestras relaciones. Nuestra relación con Dios Padre se vuelve más íntima y está basada en el amor filial.

Del mismo modo, nuestra relación con Jesús nos lleva a vivir no más para nosotros mismos, sino centrados en Él. El Espíritu Santo nos guía a vivir una experiencia personal y concreta de Dios, y nos impulsa a servir a Cristo de manera auténtica.

Esta renovación también toca nuestros vínculos con los demás: aprendemos a vivir en el amor fraterno, como testimoniaron los primeros cristianos: «¡Miren cómo se aman!». Nuestra pertenencia a la Iglesia nos llama a seguir con docilidad a nuestros pastores.

Finalmente, nuestra relación con el mundo se renueva, porque estamos llamados a devolverlo a Dios en Cristo.