Una familia celestial

El apóstol Pablo describe la nueva realidad de los creyentes en Cristo: ya no son extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.

Esta pertenencia a una familia espiritual es fruto de la nueva vida en el Espíritu; transforma no solo nuestra relación con Dios, sino también la que tenemos con los demás. La Iglesia se convierte, para cada creyente, en una comunidad donde se vive la comunión y la unidad en Cristo. Cuando recibimos al Espíritu Santo, no sólo somos reconciliados con Dios, sino también entre nosotros.

Pablo nos recuerda que Jesús, a través de Su muerte y resurrección, derribó los muros de separación y enemistad, haciendo de dos pueblos, judíos y gentiles, un solo cuerpo sin distinción. Esta unidad es una obra del Espíritu que nos une más allá de las diferencias étnicas, culturales y sociales.

Viviendo en el Espíritu, experimentamos una comunión más profunda con los hermanos y hermanas en Cristo, fundada en el amor y en la fe compartida.

Ser miembros de la Iglesia no significa solo formar parte de una comunidad, sino ser parte de una edificación espiritual, como explica Pablo: "En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por medio del Espíritu."

El Espíritu Santo nos une en un solo edificio espiritual: la Iglesia, que es el templo de Dios. Cada creyente es una piedra viva en este templo, y es a través de la obra del Espíritu que podemos crecer juntos y apoyarnos mutuamente. Esta unidad en el Espíritu se manifiesta en el amor mutuo, en la atención a las necesidades de los demás y en la cooperación para el bien común. La nueva vida en el Espíritu te permite vivir en armonía con los demás creyentes, fortaleciendo los lazos de hermandad y edificando una Iglesia fuerte y enraizada en el amor de Dios.

De este modo, podemos crecer juntos como comunidad, glorificando a Dios y dando testimonio de Su amor al mundo.

Espero que este plan te haya ayudado a verte a ti mismo como una persona amada y buscada, con un propósito: llegar a ser grande y maduro, para ti mismo y, sobre todo, para el Reino de los cielos.

Dios te bendiga.
Pastor Carmelo Orlando