La falta de perdón

La falta de perdón es maligna. Es espiritual, emocional y físicamente destructiva. Demanda y demanda, y ​​no da nada a cambio. Además, vemos en las Escrituras que el perdón de Dios hacia nosotros depende de que perdonemos a los demás. La eternidad, literalmente el cielo y el infierno, se encuentra en la balanza de nuestra voluntad de perdonar. El destino de nuestras almas está sujeto a nuestra decisión de perdonarnos o no perdonarnos unos a otros.

Mateo 6:14-15 deja este principio perfectamente claro. Cuando perdonamos a nuestros hermanos y hermanas que han pecado contra nosotros, Dios nos perdonará. Pero cuando no concedemos perdón, Dios no nos perdonará.

Efesios 4:32 continúa diciendo que debemos mostrar el perdón que Cristo Dios nos mostró primero. Necesitamos mostrar compasión a nuestros hermanos y hermanas. ¿Cómo podría ser diferente? No merecíamos el perdón que Dios nos mostró. ¿Cómo podríamos decir que otro no es digno de nuestro perdón?

Comprende esto: no perdonamos a otros por perdonarlos a ellos. Los perdonamos por nosotros. Nuestra falta de perdón hacia una persona no la mantiene encadenada. Nos mantiene encadenados a nosotros. Hay una libertad que se hace manifiesta cuando perdonamos. Mientras oramos hoy, las cadenas que caerán serán las nuestras. Aunque la gente nunca nos perdone, no importa. Seremos libres. Estaremos bien con Dios.