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Jesucristo: La ascensión

Leer: Hechos 1:1-11; Efesios 4:10

EOAO: Hechos 1:9; Efesios 4:10

“ Habiendo dicho esto y a la vista de todos ellos, fue elevado a las alturas y una nube le ocultó a sus ojos” (Hechos 1:9).

“El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo” (Efesios 4:10).

En el texto

Al comienzo del libro de los Hechos, después de que Jesús resucitó de entre los muertos, se apareció a muchos y pasó cuarenta días con sus discípulos, leemos que Jesús fue llevado al cielo. Este momento significa el fin del ministerio terrenal de Jesús y el comienzo de Su reinado celestial. Su ascensión sirve como Su coronación real, declarándolo Rey de Reyes.

Jesús ascendió a la diestra del Padre, una posición de máxima autoridad. Desde este lugar de poder, Él gobierna, administra Su Reino y sirve como juez del cielo y de la tierra, como se destaca en Efesios 4:10.

Desde Su excelsa posición y autoridad, Jesús derramó el Espíritu Santo sobre la iglesia. Este regalo nos capacita para vivir nuestra fe y continuar Su misión en la tierra. Aunque Jesús no está físicamente presente con nosotros, permanece espiritualmente presente, continuamente abogando e intercediendo por nosotros.

La ascensión también nos trae gran consuelo y esperanza mientras navegamos en nuestra vida terrenal. Sabemos dónde está Jesús. Él regresará para establecer Su Reino en la tierra y para juzgar al mundo. Esta seguridad nos ayuda a poner en perspectiva los desafíos y preocupaciones de este mundo. Jesús está preparando un lugar para nosotros, tal como lo prometió en Juan 14.

La ascensión de Jesús nos obliga a vivir con una perspectiva eterna. Se nos insta a anticipar el día en que estaremos con Él en nuestro hogar celestial. Esta esperanza no es sólo una creencia pasiva sino una fuerza transformadora que puede y debe moldear nuestras vidas, permitiéndonos vivir con alegría el futuro, un futuro brillante y seguro.

Oración

Querido Jesús, gracias por tu ascensión. Ayúdame a vivir en el poder de tu Espíritu y con la esperanza de nuestro futuro hogar contigo. Consuélame con el conocimiento de tu presencia y reinado. En tu nombre, amén.