Siervos - Esperamos Al Rey Dando FrutoMuestra
El libro de Génesis nos enseña que Dios es el creador de todas las cosas. La narración de génesis 1 utiliza el termino hebreo “bara” que significa crear, pero tiene como particularidad que cada vez que este verbo aparece tiene como sujeto a Dios. Es decir que solo Dios puede hacer “bara”. Pero en otras ocaciones no se usa este verbo, sino que la dinámica cambia y Dios les habla a las fuentes para que estas produzcan. Por ejemplo, dice “produzcan las aguas” o “produzca la tierra” porque el Dios creador crea con la misma capacidad de crear. Si bien solo Dios puede hacer “bara” (crear de la nada), lo creado por Dios tiene capacidad productiva. Lo mismo sucede con el ser humano, Dios le dice “multiplíquense y sean fecundos".
Esta capacidad de producir que podemos llamarla generativa (que podemos dar algo de nosotros para producir otra cosa de la misma especie) también aplica al ámbito espiritual.
SOMOS LLAMADOS A DAR FRUTO
Es cuando producimos fruto que Dios es glorificado. De hecho, la evidencia del discipulado cristiano es la capacidad productiva, te das cuenta de que alguien sigue a Jesús porque da mucho fruto.
Juan 15:8: Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.
El fruto o la cosecha es siempre el resultado de la siembra. ¿Por qué entonces pretendemos cosechar sin haber sembrado? Debemos desterrar ese pensamiento mágico, ser esforzado en nuestra siembra.
El servicio realizado, la palabra compartida, toda aquella acción que se siembra en otros en la dinámica del Espíritu produce fruto.
Aquí es clave el esfuerzo. Jesús enseñó en la parábola del sembrador que el fruto es resultado del esfuerzo sostenido.
Lucas 8:15: Pero la semilla en la tierra buena, son los que han oído la palabra con corazón recto y bueno, y la retienen, y dan fruto con su perseverancia.
El fruto es resultado de la perseverancia. De no rendirte, de sostenerte bajo una visión.
Para algunas personas el esfuerzo no está muy valorado. Más bien se valora el evitar el esfuerzo. Tienen la idea equivocada de que el trabajo es un castigo que Dios impuso al ser humano en el inicio como consecuencia del pecado. Esto no es así. El trabajo fue establecido por Dios desde el inicio en génesis, antes que el pecado entre en escena, Dios le dijo al hombre que cultive la tierra y la trabaje. El trabajo es el propósito original de Dios.
El Nuevo Testamento nos dice que “El padre y Jesús hasta ahora trabajan” (Juan 5:17).
El esfuerzo es una virtud clave que debes cultivar para alcanzar fruto abundante.
MULTIPLICARSE EN OTROS
Mateo 25:14-30 nos relata la conocida parábola de los talentos.
Esta historia narra como un hombre deja encargos a sus siervos, dos de ellos multiplican lo que le fue dado, pero el tercero lo guarda, lo protege, pero no lo multiplica.
Los primeros son calificados por el dueño como “siervo bueno y fiel” el tercero el “siervo malo y negligente”.
El tercer siervo, el malo, actuó con negligencia (no puso esfuerzo, ni esmero, ni entusiasmo) por motivos que a veces nos pasan a nosotros.
Tenía miedo que el dueño lo castigue. Estaba condicionado por una visión equivocada de su amo. Los otros querían agradar a su amo, este le tenía miedo.
Se conformó con lo que tenía y no le interesaba multiplicarlo porque eso le demandaba un “esfuerzo extra". Debes cuidarte de que el diablo no te robe esto, hay cosas que solo suceden cuando das un extra y dejas de pensar en hacer “lo mínimo necesario”.
Conformarnos con lo poco invita al juicio, pero dar gracias y multiplicarlo invita al gozo: “Entras en el gozo de tu Señor".
No valoró lo poco que tenía. A veces lo poco que tenemos parece tan insignificante que puede desanimarte, pero eso que hoy tienes en tu mano, si lo santificas y se lo consagras completamente a Dios tiene el poder de crear el futuro de fruto abundante que deseas. Así sucedió por ejemplo con la multiplicación de los panes y los peces. Tu servicio fiel en lo poco que te fue asignado hará que Dios habilite lo mucho que te está esperando. “Buen siervo y fiel, sobre poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré” No hay atajos, debes hacer un esfuerzo extra con lo que hoy tienes.
Por eso Dios nos llama a multiplicar que es el lenguaje del fruto. El crecimiento tiene un límite, la creación está diseñada para la multiplicación. Ninguna especie crece de forma ilimitada, choca con los límites de su propio desarrollo, pero tiene sus semillas la información genética para multiplicarse en otro de su misma especie.
Del mismo modo ocurre en lo espiritual. Tu crecimiento espiritual debe ir de la mano del fruto en tu vida.
Cabe destacar aquí la diferencia entre obtener un logro y dar frutos.
Dar fruto implica fecundidad, la capacidad generativa de la que hablamos al inicio.
Un logro es algo que obtienes con tu esfuerzo, es muy valioso, por ejemplo, un título universitario. Lo que logramos nos depara éxito, nos da una sensación de orgullo, hace que nuestras familias y amigos estén orgullosos de nosotros, y nos da un sentimiento de dignidad, singularidad e importancia. Nuestros logros son, en definitiva, cosas que hemos realizado con éxito. Pero nuestra fecundidad es el efecto positivo y a largo plazo que estos logros tienen en otros. Logro no significa automáticamente fecundidad. El logro nos ayuda a resistir, la fecundidad trae la bendición a las vidas de otras personas. Los logros son algo hermoso, pero deben ser funcionales al fruto.
Como siervos de Dios estamos llamados a dar fruto. Mucho fruto. Fruto que permanece.
Escrituras
Acerca de este Plan
Nueve devocionales en nueve versículos que nos guiarán a una vida como siervos de nuestro rey.
More
Nos gustaría agradecer a Cristo para Todos por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.instagram.com/cristoparatodos/